lunes, 22 de agosto de 2011

Parte 4: La mili

Con 20 años, Francisco comenzó la mili en Ronda. Se hicieron unos sorteos para destinar a cada hombre a un lugar diferente y a Francisco le tocó ir a Granada. Allí estuvo durante dos largos años. Su abuela estaba trabajando cosiendo en una casa. Un día comentó que a su nieto le había tocado ir a Granada y el señorito de aquella casa le dijo que allí estaba su cuñado, el cual era teniente coronel. Su abuela se tranquilizó bastante al saber que al menos, si hubiese algún problema, Francisco tendría alguna ayuda. E inmediatamente el señorito le escribió una carta de recomendación para su cuñado, Don Antonio Sala. Cuando Francisco recibió aquella carta por la tarde no cabía de alegría, aquello podría ayudarle muchísimo en Granada.
Un tiempo después, llegó a Granada. Durante tres días no podía salir apenas pues debían de cortarle el pelo a todos los hombres allí presentes y darles su uniforme. Al día siguiente de haber llegado a Granada decidió dar una vuelta por los alrededores.
-¿Francisco?- Escuchó a sus espaldas.
Francisco se dio la vuelta y vio a un amigo que tenía desde hacía muchos años.
-¿Cómo estás?.- Le contestó Francisco mientras le apretaba la mano.
-Muy bien. ¿Qué haces aquí?
-Pues que me han mandado a Granada y estoy dando una vuelta. Por cierto ,¿Sabes dónde vive el teniente coronel?.- Le preguntó.
El amigo de Francisco le comentó que le había tocado en otro cuartel porque ya era soldado. Y más o menos sabía por donde vivía el teniente coronel.
-Más o menos pero mejor vamos a preguntarle a aquella señora.- Y le señaló a una mujer que paseaba por allí.
La señora le indicó una casa a lo lejos y, tras haberse marchado, los dos hombres se dirigieron hacia allí. Francisco apretó con fuerza la carta que llevaba dentro de su chaqueta que le había dado su abuela días atrás y se la pensaba dar al teniente en cuanto lo conociese.
Tras haber andando varios minutos, llegaron a la casa indicada por la mujer.
-Pues parece que es aquí.- Dijo su amigo.
Francisco no pudo aguantar más la espera y tocó el timbre. A los pocos segundos, una sirvienta les abrió la puerta con una amplia sonrisa.
-¿Qué desean?.- Le preguntó.
-¿Está aquí Don Antonio, el teniente coronel?.- Le preguntó Francisco.
La muchacha asintió con la cabeza sin dejar se sonreír y se echó a un lado para dejar paso a los dos hombres.
Sentado en un sillón se encontraba Don Antonio. Francisco y su amigo le saludaron y se sentaron frente a él mientras la sirvienta les traía café.
-¿Y qué os trae por aquí?.- Les preguntó el teniente.
-Esta carta.- Francisco se la sacó de la chaqueta y se la dio.
-¿De qué cuartel provienes?.- Le preguntó a Francisco mientras la leía.
-Estoy en el cuartel San jerónimo.
-Bueno, cuando vuelvas del campamento La zubia, que es al que vas a ir durante una temporada, ven de nuevo.
Tras eso, se despidieron y salieron a la calle. Los dos amigos andaron en silencio hasta que sus caminos se separaban.
-Bueno Francisco, me debo marchar.
Volvieron a darse la mano y se dieron la espalda, siguiendo cada uno su camino.

Después de tres meses fue y le informó de que en unos días le llamaría. Y así lo hizo pues a los 3 días Francisco se estaba cosiendo un botón cuando un soldado lo llamó y lo llevó a la guardia y el sargento lo recibió.
-Buenos días Francisco.-Le dijo éste con voz ronca.
Francisco hizo el saludo que tan bien se sabía ya y se sentó frente a él.
-¿De que conoce usted al teniente coronel Don Antonio?
De repente, el corazón de Francisco comenzó a latir más fuerte y sentía que las manos le comenzaban a sudar.¿Qué le depararía el futuro?
-Lo conozco gracias a mi abuela. Además, Antonio es paisano mio.
-¡Ah! Con razón me ha hablado tan bien de usted...-E hizo una pausa, que para Francisco se hizo eterna.- Pues ahora mismo se va a marchar a capitanía general que lo está esperando Don Antonio.
Francisco no podía dar crédito a lo que estaba escuchando. ¿Por fin podía marcharse de aquel lugar?
-Entregue su fusil y todo lo que le han dado en el tiempo que ha permanecido aquí.- Le ordenó el sargento.
Lo que Francisco no se esperaba es que no le iban a indicar donde lo esperaba realmente Antonio y, de repente, se encontró solo en medio de la calle. No solo eso sino que no llevaba ninguna pertenencia a parte de la ropa que llevaba y un bolso que le llegaba a la cintura. Por suerte, volvió a encontrarse con su viejo amigo.
-¡Nos volvemos a encontrar!
-Así es. Y me alegro de que sea así porque me he vuelto a perder.- Le comentó Francisco a su amigo. Éste le miró y no pudo evitar echarse a reír.
-No te preocupes, yo te ayudaré.¿Dónde tienes que ir?
Francisco le explicó lo sucedido en aquel día. Y ambos comenzaron a andar rumbo a capitanía general. Tuvieron que coger un tranvía y a la tarde, por fin, llegaron.
Francisco tocó en la puerta y al instante salió el asistente.
-¡Oh, te esperaba! Entra, entra.- Le indicó éste.
Francisco se despidió de su amigo y, aquella, sin ellos saberlo, sería la última vez que se verían.
Francisco entró en el edificio y aguardó cerca de la puerta. El asistente le explicó que al día siguiente él se marcharía y Francisco tomaría su relevo.
-Pero ahora mismo no podemos hacer nada pues Don Antonio no vendrá hasta mañana.
-¿Y qué hago yo, dónde me quedo?.- Le preguntó Francisco.
-Te quedarás conmigo aquí, en capitanía general y te explicaré tu trabajo.
Y así fue. Francisco estuvo atento a todas las explicaciones sobre su trabajo y le explicó además de que se quedaría allí con doce personas más, entre ellos coroneles( uno de ellos era manco, según él), salguentos... Tendría que llevar cartas, los cafés, ir a las casas que les mandasen para los recados... Y tras quedarle todo claro a Francisco, el asistente se marchó.
Por la mañana se vistió de militar, pues no tenía otra ropa que ponerse, y se dirigió a la oficina.

martes, 12 de julio de 2011

Parte 3 : La aficción por los pájaros.

Francisco empezó a los nueve años con este hobbie. Al lado de donde el vivía había una casa llamada el Túnel dónde vivía un niño llamado Salguero que era unos años más joven. Estos dos niños que se juntaron con esta temprana edad, serían amigos inseparables hasta la muerte de Salguero a los ochenta y dos años. Salguero tenía un tío llamado Paco, el cual iba a cazar pájaros de vez en cuando con otro hombre. Y un día les invitó a los dos amigos a que fuesen a verlos. Ellos aceptaron con mucho entusiasmo y Francisco fue a pedirle permiso a su padre.
-Tan solo te dejaré si vas con Salguero- Le contestó Francisco padre.
Así pues, a los pocos días Francisco hijo y Salguero fueron a ver a Paco y al amigo de éste cazar pájaros en Pino Verde. Fueron andando desde sus casas hasta aquel sitio, teniendo que subir un río que pasaba por allí, hasta que vieron de lejos a los dos hombres. Éstos se encontraban en un llano preparando las redes y mirando al cielo. Ambos amigos corrieron juntos hasta llegar a aquel llano. Los dos hombres estaban cazando pájaros de paso, es decir, que no se quedaban en aquel lugar sino que iban buscando otro clima y tenían que pasar por allí.
Allí, había una red de seis metros esperando a que algún pájaro se posase en ella. Los dos niños se quedaron mirándola perplejos.
-¿Os gusta?- Le preguntó Paco.
Ambos niños contestaron que sí sin apartar la mirada de aquella inmensa red.
-Si os gusta la cacería cuando pase un poco más de tiempo te la regalaré.- Le dijo a Salguero su tío.
Y a los pocos días, Paco se la regaló a los dos jóvenes. Y así pudieron empezar a cazar. Salguero la guardaba en su casa y cuando decidieron ir por primera vez a cazar se la llevó para compartirla con su mejor amigo. Pero antes tuvieron que ahorrar para conseguir más material que necesitaban: clavos, el tiro, las horquetas... Y Pepe, el hermano de Francisco, como era tallista y carpintero hizo los varales de madera de haya. Así pues cuando Francisco llegó a los doce años empezaron a tener casi todo lo necesario. Y a los pocos meses fueron a cazar por primera vez los dos juntos. Fueron a un campo y la pusieron tal y como le habían enseñado y consiguieron algunos pájaros. Más tarde, aprendieron por sí solos a cazar también de agüero, es decir, con una red de agua. Aquello debía de hacerse los días de lluvia y con una red más chica.

Pero a los 18 años se necesitaba la licencia para cazar y los dos amigos decidieron que Francisco se la sacaría y así les servía a los dos. Así pues Francisco se sacó la licencia y se la mandaron desde Málaga.

En la posada dónde vivía Francisco a los 18 años tenía una reata de pájaros que guardaba para cuando se iba de cacería. Todos los pájaros que tenía los guardaba en el balcón y todos los días los visitaba para echarles de comer y de beber. En cada uno de aquellos pájaros, Francisco guardaba un recuerdo imborrable del día que lo atrapó con su amigo. Un día, cuando llegó de trabajar en el campo, fue a verlos como de costumbre. Se apartó el sudor de la frente y salió al balcón. Allí estaban todos sus queridos pájaros pero no estaban en sus jaulas sino que estaban tirados en el suelo. No quedaba ninguno con vida. Por lo que intuyó un gato se había subido al balcón y los había matado a todos.Y se juro a sí mismo que si llegase a saber cual es él mismo lo mataría con sus propias manos.Francisco no pudo evitar agacharse y contemplarlos de cerca, aún sabiendo que ninguno volvería a cantarle.

Un día, cuando Francisco tenía 20 años, fueron los dos amigos al Pilar de Coca ( que se encontraba más allá del Patronato) de cacería. Ambos iban muy contentos pues era un día espléndido para ir de cacería y porque tenían ya la deseada licencia. Entre los dos prepararon la red y todo lo necesario y se escondieron en un chozo que hicieron. Allí pudieron ver como un coche de la policía se acercaba hacia ellos. Francisco se salió del chozo donde se escondían y se encontró con un civil. Éste le pidió la licencia y Francisco se la dio. A los lejos se veía venir el otro civil que lo acompañaba. Al volver a mirar al primer civil supo que algo no iba bien.
-Esta licencia no está bien.- Le informó.
-¿Cómo no va a estar bien si me la dieron ayer mismo desde Málaga?- Contestó nervioso Francisco.
Mientras, Salguero seguía vigilando la red ignorado lo que sucedía.
-Pues esta licencia no está bien porque es de otra fecha y no sirve. Tenéis que iros.
Francisco se quedó perplejo al escuchar lo que le habían dicho. Él estaba seguro de que la licencia estaba legal y perfecta pero por lo que le estaban diciendo supo que desde Málaga hubo un error. Además no solo tenía que irse sino que también le querían multar por estar cazando ilegalmente.
En ese momento, llegó el otro civil. Ambos civiles hablaron sobre el tema y llegaron a una conclusión.
- Os dejaremos aquí un rato más porque no habéis conseguido coger aún nada- Dijo el segundo civil.
-Es que acabamos de llegar.¿Y cuánto es un rato?- Les dijo Francisco.
-Unos treinta minutos. No más.
Y además, cuando consiguiese la licencia, el primer civil le pidió que se la llevase al cuartel. Entonces los dos civiles se marcharon y Francisco volvió a la choza.
-¡Salguero! ¡Vámonos!
-¿Pero porqué? ¿Qué ha pasado?- Dijo mientras veía a Francisco recoger a toda prisa todas las cosas.
-Que han venido dos policías y me querían multar. Pero nos han dejado un rato más para cazar pero mejor nos vamos vallase que vengan otros y nos multen de verdad.
Y acto seguido, recogieron todo y se montaron en el coche de Salguero.
-Vámonos a ver otro sitio que puede estar también bien y vamos el domingo que viene.- Le dijo Francisco.
Y Salguero arrancó el coche rumbo donde Francisco le indicó.
Tras unos minutos en la carretera viendo el paisaje, el coche empezó a ir más despacio hasta que llegó a pararse. Salguero intentaba darle al acelerador pero el coche no respondía a sus órdenes. Los dos hombres se salieron de coche y buscaron alguna ayuda pero estaban en un carril de una sola dirección y no veían a nadie.
Mientras Salguero abría el capó, un coche de policía se acercó. Eran otros dos civiles que paseaban por allí. Cuando vieron el coche parado y los dos hombres mirándolos, los civiles se pararon y salieron del coche.
-¿Qué os ocurre?
-El coche, que se nos ha parado y no sabemos porqué.- Dijo Salguero.
Así pues uno de los civiles empezó a mirar el capó mientras que el otro se acercó a Francisco.
-¿Qué tienen en el maletero?
-Cosas para cazar.- Respondió Francisco.
Francisco abrió el maletero y el policía sacó todo lo que tenían allí dentro. A parte de una cantimplora, comida y redes no encontró nada más y volvieron a guardarlo todo en el maletero.
El civil que estaba junto a Francisco se acercó al coche y empezó a buscar el fallo.
-¡Ya sé lo que le pasa!- Gritó éste.
Era un cable que se había quedado suelto y por eso no arrancaba el coche. Y tras unos minutos, consiguieron arrancar el coche.
-Muchas gracias- Dijeron los dos amigos a los civiles.
Los civiles dieron la vuelta y desaparecieron en el camino. Entonces decidieron seguir. Pero hasta que no consiguiesen la licencia legar no podrían volver a hacer el deporte que los había juntado más de la mitad de un siglo: cazar.
Al día siguiente, Francisco comenzó a preparar de nuevo todo para la licencia y lo mandó a Málaga. Y días después le informaron que se habían equivocado al poner la fecha y que lo arreglarían lo antes posible. Aquello hizo relajarse a Francisco.
Y cuando volvieron a mandarle la licencia desde Málaga Francisco fue a ver al policía que le había pedido que se lo llevase cuando lo tuviese. Así pues fue al cuartel de Ronda y lo llamaron por teléfono desde la recepción.
- Dice que ahora baja.- Le informaron.
Francisco iba a sentarse cuando vio a un hombre bajar por las escaleras. ¿Sería él? Se preguntó.
-Hola ¿Usted es Francisco?- Le preguntó aquel hombre.
Por la voz supo que sí era aquel policía. No lo había reconocido pues llevaba no llevaba el uniforme sino que iba vestido de paisano.
-Aquí le traigo la licencia que me pidió.
El policía lo miró y, en esta ocasión, sonrió.
-Ahora sí está legal. Ya puede ir a cazar con su amigo cuando quiera.
Se despidieron con un apretón de manos y no volvieron a verse nunca más.

martes, 5 de julio de 2011

Parte 2: La vuelta a Ronda

Francisco tenía las llaves de su casa alquilada, la cual se encontraba en la calle Granada. Se componía de un edificio con dos plantas: en la primera vivía Ana, su vecina y Francisco y su familia vivía en la segunda planta.Cuando llegaron allí, encontraron su puerta con una banda impidiéndoles el paso. Así pues Francisco fue a ver si su vecina seguía allí y así era. Ana no se había movido de allí en toda la guerra.
-¿Y sabe usted por qué en mi casa hay una banda?- Le preguntó.
-Sí. Aquí, durante la guerra, vino la falange y precintó la puerta para que nadie pudiese entrar hasta que vosotros llegarais.
Aquello le hizo pensar a Francisco de que la falange era buena y, acto seguido, entró en su casa con su familia.
Lo que vio a continuación le hizo estremecerse pues toda su casa había sido registrada. Empezaron a buscar entre sus pertenencias y no encontraron nada de valor: ni un reloj que Francisco tenía, ni el tabaco que guardaban, ni el oro, ni joyas... Incluso los libros se los habían llevado. Cuando Francisco hijo fue a ver como se encontraba su gorrión se lo encontró en una jaula y de éste tan solo quedaban los huesos. El tiempo había hecho que desapareciera la carne, dejando tan solo el esqueleto.
-¡Nos han dejado sin nada!- Gritaba Francisco al ver en la situación en la que se encontraban.
-Francisco no te preocupes, al menos tenemos una casa donde vivir.- Le tranquilizó su mujer.
Acto seguido, entre todos comenzaron a recoger la casa.
Gracias a la falange el dueño de la casa no lo alquiló pues al ver que no había nadie quiso alquilárselo a otras personas. Y tras haberlo ordenado todo, fueron a buscar a la madre de Francisco, la cual seguía viviendo en su casa y estaba sana y salva.
Allí se quedaron viviendo dos meses. Después. Francisco decidió mudarse a una posada cuyo nombre era "Las ánimas". Se encontraba en la plaza del Carmen y como posada estaba distribuida de la siguiente forma: tenía un gran callejón empedrado en el centro para el paso de caballos y carruajes, a ambos lados las habitaciones de la clase bien y al fondo los pajares, cuadras y otras habitaciones. Su fachada se compone de un de arco de medio punto en piedra y un balcón de forja rondeña, con el escudo de Castilla y un hueco en un pequeño frontón para cobijar la imagen de la Virgen.
Allí se encontraron conviviendo con 9 vecinos más. Francisco y su mujer se hicieron caseros, es decir, cada mes le pedía a sus vecinos el dinero que les debía al dueño por vivir allí. De esta forma, ellos vivían allí gratis. Y además de pedir el pago mensual, también cuidaban de la posada.
Así pasaron los años y Francisco hijo cumplió los 20 años junto a sus padres y su hermano.
Francisco empezó a trabajar en el campo escardando la Tierra y arando el trigo con su padre. Más tarde, comenzó con su verdadera vocación: pintar.
Pero al año siguiente, su padre Francisco se puso enfermo y Francisco hijo tuvo que hacer todo el trabajo el solo.
-No te preocupes padre, yo haré el trabajo por ti lo mejor posible.- Le dijo Francisco a su padre.
Aquel año tuvo que arar el trozo de Tierra que éstos tenían y sembró garbanzos y patatas entre otros. Todo el trabajo lo tuvo que realizar con una zoleta. Tras haberlo sembrado todo, dejó que crecieran no sin antes rezar porque aquella cosecha le saliese buena.
Mientras, Ana cuidaba de su marido enfermo mientras cuidaba de la posada y pedía los pagos. Por otro lado, Pepe comenzó a trabajar de tallista haciendo pequeñas cosas por la ciudad.
Cuando tocó el tiempo se sacar todo lo sembrado el dueño de la Tierra fue a hablar con Francisco padre e hijo.
-¡No puedo creerme lo bien que has hecho tu trabajo!- Decía mientras miraba al joven de 20 años.
Francisco padre se sentía muy orgulloso de su hijo pues mientras él estaba enfermo su hijo había hecho la mejor cosecha que jamás había visto. Y gracias a él, consiguieron sacar unas 20 fanegas de trigo que cambiaron por harina. Además de las legumbres y hortalizas que habían sacado. Francisco padre amasó toda la harina y consiguieron tener pan para muchísimo más tiempo de lo que pensaban. Ya era tanta la cantidad que tuvieron que meterla en una tinaja para que se conservase mejor durante más tiempo.

domingo, 26 de junio de 2011

Parte 1: la guerra

Francisco Ruíz González nació en 1928. Es hijo de Francisco Ruíz García y de Ana González Racero. Nacieron en Ronda, Málaga. Francisco se ha dedicado durante muchísimos años a pintar casas y fachadas. Además, Francisco tenía otro hermano dos años mayor que él, Pepe Ruíz González el cual ha sido tallista de los tronos de Ronda durante muchísimos años. Eran una familia humilde que tenían una parcela alquilada y, como no tenían mulos ni maquinaria de ningún tipo tenían que arar el trigo con zoletas. Padre e hijos hacían aquel trabajo mientras Ana González cuidaba de la casa.
Cuando Francisco cumplió los ocho años, fue por primera vez al colegio. La noche antes apenas podía dormir a causa del nerviosismo pues sabía que allí aprendería y haría nuevas amistades. Y así fue durante la semana que duró allí. En su último día, un accidente hizo que no pudiese volver más además de que poco tiempo después, comenzó la guerra.
Francisco estaba en el recreo en 1936 jugando con sus amigos cuando un balón cayó cerca de ellos. Francisco lo vio y se separó del grupo para cogerla y devolverla a quienes la habían arrojado allí. Él pensaba echársela pero un niño del grupo que se les había perdido la pelota lo vio y pensó que se la iba a llevar. Por lo tanto corrió hacia él y le propinó una patada en la pierna. Francisco notó un dolor que le recorría toda el cuerpo y se tuvo que sentar. Aquel niño le había roto la pierna. Lo llevaron al médico y se la escayolaron y poco tiempo después, comenzó la guerra civil Española.

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Desde los primeros días, en ambas zonas, se desató una represión que se concretó en juicios sumarísimos y numerosos paseos, eufemismo que utilizaron aquellos que sacaban de sus casas, amparados por la noche en la mayoría de los casos, a los que consideraban enemigos y los llevaban para fusilarlos, normalmente, al borde de las cunetas.

Así pues, cuando comenzó la guerra Francisco y Ana junto a sus hijos decidieron huir de Ronda. Y con ellos, fueron con el mismo objetivo, muchísimas personas más. Todos se llevaron como pudieron todas sus pertenencias. Muchos de ellos llevaban bestias de carga con comida: jamón, queso, verduras...
Francisco llevaba a su hijo sobre los hombros ya que tenía la pierna escayolada y no podía andar por sí solo. Él y su hermano no eran los únicos niños pues habían muchas mujeres con bebés en sus brazos intentando calmar su llanto.
Todos estaban desorientados, no sabían hacia donde dirigirse ni qué hacer. Mientras, en el cielo se escuchaban a los aviones pasar por encima de ellos. En la salida de Ronda, la actual carretera San Pedro-Ronda, habían muchísimos árboles que impedían a los aviones verlos. Gracias a eso, pudieron avanzar sin que los atacasen. Durante todo el día estuvieron caminando hasta que la noche cayó y todos decidieron refugiarse en un cortijo. Alrededor de unas veinte personas se reunieron en aquel cortijo para pasar la noche lo mejor posible. En el cortijo, llamado Aguanfría, se encontraba un bandolero muy conocido por aquel entonces llamado Flores Arocha. Cuando todos estaban en el interior, el bandolero comenzó a pegar tiros hacia el cielo gritando que venían los rojos. Todos, desconcertados, salieron al exterior y lo vieron. Era tal el miedo que el bandolero provocaba en ellos con sus palabras que todos huyeron en diferentes direcciones y sin recoger sus pertenencias. Y a consecuencia de eso, el bandolero se quedó con todas las bestias, toda la comida y todos los objetos de los que huyeron.
Rápidamente, Francisco cogió a su mujer y a sus hijos y huyeron hacia el Este.
Y mientras tanto, los republicanos y los nacionalistas ,al mando de Franco, seguían enfrentados en toda España.
Se prohibieron los partidos políticos únicamente se mantuvieron legales la Falange y el carlismo que desarrollaron una actividad más militar que civil. Y los legionarios y los regulares iniciaron un rápido avance hacia Madrid.
Días después, llegaron a Las Campanas en la actual San Pedro de Alcántara. Allí había una viña repleta de uvas y la mujer de allí les invitó a comer cuanto quisieran. Francisco, su mujer y sus hijos se hartaron a no más poder. Y, cuando terminaron de comer, la mujer hizo muy buenas amistades con aquella familia. Tanto fue así que les regaló ropa para los dos niños pues a consecuencia del viaje ambos solo llevaban unos calzoncillos. Las camisetas y los pantalones se le fueron rompiendo por el camino.
Tras despedirse de aquella mujer, siguieron caminando por el campo. Y así estuvieron varios días sin parar de caminar hasta que llegaron a Málaga.
Allí se encontraron con personas provenientes de Ronda y de otros pueblos huyendo de la masacre que se estaba cometiendo. Francisco y su familia se resguardó con una gran Catedral durante dos o tres días. Dentro de ésta estaban reunidos cientos de personas, algunas de ellas enfermas. Debían de comer la sopa y el agua con cantimploras pues no tenían nada más. Además, todos dormían en suelo como podían resguardándose de los bichos, los piojos y las enfermedades.
En el segundo día que pasaron allí, Francisco padre se dio cuenta de que un hombre no paraba de mirarle. Aquello hizo que se asombrase pues no sabía quien era ni que quería. Aquel hombre cada vez lo miraba con más descaro. Entonces, se acercó hacia ellos y le preguntó si era el marido de Ana.
-Sí.¿Porqué?
-Mi mujer conoce a la tuya desde que eran pequeñas-. Contestó el hombre
Entonces Ana se acercó a los dos hombres y recordó que aquello era cierto: la mujer de aquel hombre era su amiga del colegio.
-¿Y cómo que estáis aquí?- Preguntó Benítez, que así se llamaba el hombre.
-Hemos venido desde Ronda, huyendo de la guerra.- Contestó Francisco.
Entonces, Benítez se fue y al poco tiempo volvió para sorpresa de la familia de Francisco. Benítez les tenía preparado un taxi en la entrada de la catedral y los invitaba a quedarse en el sótano de su casa el tiempo que durase la guerra. Su casa se encontraba en una barriada llamada Ciudad Jardín.
Francisco hijo seguía llevando la escayola y su padre tuvo que llevarlo nuevamente en sus hombros desde el taxi hasta la casa.

Cuando llegaron a Ciudad Jardín, Benítez los condujo hasta su casa. Allí los llevó hasta su sótano. Francisco y su familia se quedó perpleja al comprobar de que aquel sótano estaba decorado y acomodado como una más: tenía su salón, su cocina y camas. No podían creerse la suerte que habían tenido. Allí se quedaron alrededor de tres meses. Francisco ayudó en una bodega que había en el pueblo y Ana en la cocina ayudando a su amiga. Mientras los dos hijos, Francisco y Pepe disfrutaban de unos meses sin tristeza y sin miedo.

Las diferencias entre los republicanos precipitaron el final de la guerra. En marzo de 1939 el coronel Casado dio un golpe de estado en Madrid y los republicanos se rindieron. El 28 de marzo, el ejército nacional entraba en Madrid, y en tres días ocupó el resto del país. El 1 de abril de 1939, Franco firmó el comunicado que daba la guerra por terminada. La guerra que había comenzado el 18 de julio de 1936 había terminado.

Cuando la guerra terminó, por la sierra se veían irse a los rojos. Francisco y pepe pudieron verlo mientras sus padres trabajaban y sintieron que la pesadilla había terminado para toda España.
Pero decidieron quedarse un tiempo más allí antes de volver a Ronda por si aquello hubiese sido una falsa alarma. Un día, Pepe y su padre Francisco fueron a ver tirar el copo, es decir, pescar con red. Pero llegó la noche y aún no volvían.
-¡Ay mi marido! ¿Dónde estará? ¡Por Dios que no le hayan pasado nada!- Exclamaba Ana mientras Benítez y su mujer la consolaban.
Por otro lado, Francisco estaba muy preocupado por su padre y por su hermano. Aquello no era normal en ellos y un frío escalofrío le recorrió el cuerpo al pensar en los rojos. ¿Habrían vuelto?
Decidieron esperar toda la noche haber si volvían. Pero aquella noche no volvieron.
Por la mañana, se vio a lo lejos un hombre agarrado de un niño.
-¡Son ellos, son ellos!- Gritó Benítez al verlos.
Todos los abrazaron y le preguntaron dónde habían estado.
-Nos perdimos cuando se hizo de noche y nos quedamos en un refugio a pasar la noche-. Explicó Francisco.
Todos se quedaron más tranquilos al saber que los rojos no habían aparecido y que ellos estaban sanos y salvos. Y tras eso, decidieron volver a Ronda ya que la madre de Francisco se había quedado allí y querían saber si seguía con vida o si estaba bien.
-Muchísimas gracias Benítez.- Dijo Francisco.
Las mujeres se despidieron con un abrazo y toda la familia volvió a Ronda en tren. De aquel viaje Benítez se encargó de pagárselo a toda la familia.

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Hace unos meses, mi abuelo me pidió escribirle un libro recopilando su vida. Así pues me puse manos a la obra y comencé a escribirle todo lo que me iba contando. En este libro no he metido nada subjetivo por mi parte, todo proviene de las palabras que escuché de mi abuelo.
El título de este libro, "Y así, hasta hoy" Proviene de que cada vez que terminaba un relato, terminaba con esta curiosa frase, la cual he querido utilizar como título.