domingo, 26 de junio de 2011

Parte 1: la guerra

Francisco Ruíz González nació en 1928. Es hijo de Francisco Ruíz García y de Ana González Racero. Nacieron en Ronda, Málaga. Francisco se ha dedicado durante muchísimos años a pintar casas y fachadas. Además, Francisco tenía otro hermano dos años mayor que él, Pepe Ruíz González el cual ha sido tallista de los tronos de Ronda durante muchísimos años. Eran una familia humilde que tenían una parcela alquilada y, como no tenían mulos ni maquinaria de ningún tipo tenían que arar el trigo con zoletas. Padre e hijos hacían aquel trabajo mientras Ana González cuidaba de la casa.
Cuando Francisco cumplió los ocho años, fue por primera vez al colegio. La noche antes apenas podía dormir a causa del nerviosismo pues sabía que allí aprendería y haría nuevas amistades. Y así fue durante la semana que duró allí. En su último día, un accidente hizo que no pudiese volver más además de que poco tiempo después, comenzó la guerra.
Francisco estaba en el recreo en 1936 jugando con sus amigos cuando un balón cayó cerca de ellos. Francisco lo vio y se separó del grupo para cogerla y devolverla a quienes la habían arrojado allí. Él pensaba echársela pero un niño del grupo que se les había perdido la pelota lo vio y pensó que se la iba a llevar. Por lo tanto corrió hacia él y le propinó una patada en la pierna. Francisco notó un dolor que le recorría toda el cuerpo y se tuvo que sentar. Aquel niño le había roto la pierna. Lo llevaron al médico y se la escayolaron y poco tiempo después, comenzó la guerra civil Española.

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Desde los primeros días, en ambas zonas, se desató una represión que se concretó en juicios sumarísimos y numerosos paseos, eufemismo que utilizaron aquellos que sacaban de sus casas, amparados por la noche en la mayoría de los casos, a los que consideraban enemigos y los llevaban para fusilarlos, normalmente, al borde de las cunetas.

Así pues, cuando comenzó la guerra Francisco y Ana junto a sus hijos decidieron huir de Ronda. Y con ellos, fueron con el mismo objetivo, muchísimas personas más. Todos se llevaron como pudieron todas sus pertenencias. Muchos de ellos llevaban bestias de carga con comida: jamón, queso, verduras...
Francisco llevaba a su hijo sobre los hombros ya que tenía la pierna escayolada y no podía andar por sí solo. Él y su hermano no eran los únicos niños pues habían muchas mujeres con bebés en sus brazos intentando calmar su llanto.
Todos estaban desorientados, no sabían hacia donde dirigirse ni qué hacer. Mientras, en el cielo se escuchaban a los aviones pasar por encima de ellos. En la salida de Ronda, la actual carretera San Pedro-Ronda, habían muchísimos árboles que impedían a los aviones verlos. Gracias a eso, pudieron avanzar sin que los atacasen. Durante todo el día estuvieron caminando hasta que la noche cayó y todos decidieron refugiarse en un cortijo. Alrededor de unas veinte personas se reunieron en aquel cortijo para pasar la noche lo mejor posible. En el cortijo, llamado Aguanfría, se encontraba un bandolero muy conocido por aquel entonces llamado Flores Arocha. Cuando todos estaban en el interior, el bandolero comenzó a pegar tiros hacia el cielo gritando que venían los rojos. Todos, desconcertados, salieron al exterior y lo vieron. Era tal el miedo que el bandolero provocaba en ellos con sus palabras que todos huyeron en diferentes direcciones y sin recoger sus pertenencias. Y a consecuencia de eso, el bandolero se quedó con todas las bestias, toda la comida y todos los objetos de los que huyeron.
Rápidamente, Francisco cogió a su mujer y a sus hijos y huyeron hacia el Este.
Y mientras tanto, los republicanos y los nacionalistas ,al mando de Franco, seguían enfrentados en toda España.
Se prohibieron los partidos políticos únicamente se mantuvieron legales la Falange y el carlismo que desarrollaron una actividad más militar que civil. Y los legionarios y los regulares iniciaron un rápido avance hacia Madrid.
Días después, llegaron a Las Campanas en la actual San Pedro de Alcántara. Allí había una viña repleta de uvas y la mujer de allí les invitó a comer cuanto quisieran. Francisco, su mujer y sus hijos se hartaron a no más poder. Y, cuando terminaron de comer, la mujer hizo muy buenas amistades con aquella familia. Tanto fue así que les regaló ropa para los dos niños pues a consecuencia del viaje ambos solo llevaban unos calzoncillos. Las camisetas y los pantalones se le fueron rompiendo por el camino.
Tras despedirse de aquella mujer, siguieron caminando por el campo. Y así estuvieron varios días sin parar de caminar hasta que llegaron a Málaga.
Allí se encontraron con personas provenientes de Ronda y de otros pueblos huyendo de la masacre que se estaba cometiendo. Francisco y su familia se resguardó con una gran Catedral durante dos o tres días. Dentro de ésta estaban reunidos cientos de personas, algunas de ellas enfermas. Debían de comer la sopa y el agua con cantimploras pues no tenían nada más. Además, todos dormían en suelo como podían resguardándose de los bichos, los piojos y las enfermedades.
En el segundo día que pasaron allí, Francisco padre se dio cuenta de que un hombre no paraba de mirarle. Aquello hizo que se asombrase pues no sabía quien era ni que quería. Aquel hombre cada vez lo miraba con más descaro. Entonces, se acercó hacia ellos y le preguntó si era el marido de Ana.
-Sí.¿Porqué?
-Mi mujer conoce a la tuya desde que eran pequeñas-. Contestó el hombre
Entonces Ana se acercó a los dos hombres y recordó que aquello era cierto: la mujer de aquel hombre era su amiga del colegio.
-¿Y cómo que estáis aquí?- Preguntó Benítez, que así se llamaba el hombre.
-Hemos venido desde Ronda, huyendo de la guerra.- Contestó Francisco.
Entonces, Benítez se fue y al poco tiempo volvió para sorpresa de la familia de Francisco. Benítez les tenía preparado un taxi en la entrada de la catedral y los invitaba a quedarse en el sótano de su casa el tiempo que durase la guerra. Su casa se encontraba en una barriada llamada Ciudad Jardín.
Francisco hijo seguía llevando la escayola y su padre tuvo que llevarlo nuevamente en sus hombros desde el taxi hasta la casa.

Cuando llegaron a Ciudad Jardín, Benítez los condujo hasta su casa. Allí los llevó hasta su sótano. Francisco y su familia se quedó perpleja al comprobar de que aquel sótano estaba decorado y acomodado como una más: tenía su salón, su cocina y camas. No podían creerse la suerte que habían tenido. Allí se quedaron alrededor de tres meses. Francisco ayudó en una bodega que había en el pueblo y Ana en la cocina ayudando a su amiga. Mientras los dos hijos, Francisco y Pepe disfrutaban de unos meses sin tristeza y sin miedo.

Las diferencias entre los republicanos precipitaron el final de la guerra. En marzo de 1939 el coronel Casado dio un golpe de estado en Madrid y los republicanos se rindieron. El 28 de marzo, el ejército nacional entraba en Madrid, y en tres días ocupó el resto del país. El 1 de abril de 1939, Franco firmó el comunicado que daba la guerra por terminada. La guerra que había comenzado el 18 de julio de 1936 había terminado.

Cuando la guerra terminó, por la sierra se veían irse a los rojos. Francisco y pepe pudieron verlo mientras sus padres trabajaban y sintieron que la pesadilla había terminado para toda España.
Pero decidieron quedarse un tiempo más allí antes de volver a Ronda por si aquello hubiese sido una falsa alarma. Un día, Pepe y su padre Francisco fueron a ver tirar el copo, es decir, pescar con red. Pero llegó la noche y aún no volvían.
-¡Ay mi marido! ¿Dónde estará? ¡Por Dios que no le hayan pasado nada!- Exclamaba Ana mientras Benítez y su mujer la consolaban.
Por otro lado, Francisco estaba muy preocupado por su padre y por su hermano. Aquello no era normal en ellos y un frío escalofrío le recorrió el cuerpo al pensar en los rojos. ¿Habrían vuelto?
Decidieron esperar toda la noche haber si volvían. Pero aquella noche no volvieron.
Por la mañana, se vio a lo lejos un hombre agarrado de un niño.
-¡Son ellos, son ellos!- Gritó Benítez al verlos.
Todos los abrazaron y le preguntaron dónde habían estado.
-Nos perdimos cuando se hizo de noche y nos quedamos en un refugio a pasar la noche-. Explicó Francisco.
Todos se quedaron más tranquilos al saber que los rojos no habían aparecido y que ellos estaban sanos y salvos. Y tras eso, decidieron volver a Ronda ya que la madre de Francisco se había quedado allí y querían saber si seguía con vida o si estaba bien.
-Muchísimas gracias Benítez.- Dijo Francisco.
Las mujeres se despidieron con un abrazo y toda la familia volvió a Ronda en tren. De aquel viaje Benítez se encargó de pagárselo a toda la familia.

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