Un tiempo después, llegó a Granada. Durante tres días no podía salir apenas pues debían de cortarle el pelo a todos los hombres allí presentes y darles su uniforme. Al día siguiente de haber llegado a Granada decidió dar una vuelta por los alrededores.
-¿Francisco?- Escuchó a sus espaldas.
Francisco se dio la vuelta y vio a un amigo que tenía desde hacía muchos años.
-¿Cómo estás?.- Le contestó Francisco mientras le apretaba la mano.
-Muy bien. ¿Qué haces aquí?
-Pues que me han mandado a Granada y estoy dando una vuelta. Por cierto ,¿Sabes dónde vive el teniente coronel?.- Le preguntó.
El amigo de Francisco le comentó que le había tocado en otro cuartel porque ya era soldado. Y más o menos sabía por donde vivía el teniente coronel.
-Más o menos pero mejor vamos a preguntarle a aquella señora.- Y le señaló a una mujer que paseaba por allí.
La señora le indicó una casa a lo lejos y, tras haberse marchado, los dos hombres se dirigieron hacia allí. Francisco apretó con fuerza la carta que llevaba dentro de su chaqueta que le había dado su abuela días atrás y se la pensaba dar al teniente en cuanto lo conociese.
Tras haber andando varios minutos, llegaron a la casa indicada por la mujer.
-Pues parece que es aquí.- Dijo su amigo.
Francisco no pudo aguantar más la espera y tocó el timbre. A los pocos segundos, una sirvienta les abrió la puerta con una amplia sonrisa.
-¿Qué desean?.- Le preguntó.
-¿Está aquí Don Antonio, el teniente coronel?.- Le preguntó Francisco.
La muchacha asintió con la cabeza sin dejar se sonreír y se echó a un lado para dejar paso a los dos hombres.
Sentado en un sillón se encontraba Don Antonio. Francisco y su amigo le saludaron y se sentaron frente a él mientras la sirvienta les traía café.
-¿Y qué os trae por aquí?.- Les preguntó el teniente.
-Esta carta.- Francisco se la sacó de la chaqueta y se la dio.
-¿De qué cuartel provienes?.- Le preguntó a Francisco mientras la leía.
-Estoy en el cuartel San jerónimo.
-Bueno, cuando vuelvas del campamento La zubia, que es al que vas a ir durante una temporada, ven de nuevo.
Tras eso, se despidieron y salieron a la calle. Los dos amigos andaron en silencio hasta que sus caminos se separaban.
-Bueno Francisco, me debo marchar.
Volvieron a darse la mano y se dieron la espalda, siguiendo cada uno su camino.
Después de tres meses fue y le informó de que en unos días le llamaría. Y así lo hizo pues a los 3 días Francisco se estaba cosiendo un botón cuando un soldado lo llamó y lo llevó a la guardia y el sargento lo recibió.
-Buenos días Francisco.-Le dijo éste con voz ronca.
Francisco hizo el saludo que tan bien se sabía ya y se sentó frente a él.
-¿De que conoce usted al teniente coronel Don Antonio?
De repente, el corazón de Francisco comenzó a latir más fuerte y sentía que las manos le comenzaban a sudar.¿Qué le depararía el futuro?
-Lo conozco gracias a mi abuela. Además, Antonio es paisano mio.
-¡Ah! Con razón me ha hablado tan bien de usted...-E hizo una pausa, que para Francisco se hizo eterna.- Pues ahora mismo se va a marchar a capitanía general que lo está esperando Don Antonio.
Francisco no podía dar crédito a lo que estaba escuchando. ¿Por fin podía marcharse de aquel lugar?
-Entregue su fusil y todo lo que le han dado en el tiempo que ha permanecido aquí.- Le ordenó el sargento.
Lo que Francisco no se esperaba es que no le iban a indicar donde lo esperaba realmente Antonio y, de repente, se encontró solo en medio de la calle. No solo eso sino que no llevaba ninguna pertenencia a parte de la ropa que llevaba y un bolso que le llegaba a la cintura. Por suerte, volvió a encontrarse con su viejo amigo.
-¡Nos volvemos a encontrar!
-Así es. Y me alegro de que sea así porque me he vuelto a perder.- Le comentó Francisco a su amigo. Éste le miró y no pudo evitar echarse a reír.
-No te preocupes, yo te ayudaré.¿Dónde tienes que ir?
Francisco le explicó lo sucedido en aquel día. Y ambos comenzaron a andar rumbo a capitanía general. Tuvieron que coger un tranvía y a la tarde, por fin, llegaron.
Francisco tocó en la puerta y al instante salió el asistente.
-¡Oh, te esperaba! Entra, entra.- Le indicó éste.
Francisco se despidió de su amigo y, aquella, sin ellos saberlo, sería la última vez que se verían.
Francisco entró en el edificio y aguardó cerca de la puerta. El asistente le explicó que al día siguiente él se marcharía y Francisco tomaría su relevo.
-Pero ahora mismo no podemos hacer nada pues Don Antonio no vendrá hasta mañana.
-¿Y qué hago yo, dónde me quedo?.- Le preguntó Francisco.
-Te quedarás conmigo aquí, en capitanía general y te explicaré tu trabajo.
Y así fue. Francisco estuvo atento a todas las explicaciones sobre su trabajo y le explicó además de que se quedaría allí con doce personas más, entre ellos coroneles( uno de ellos era manco, según él), salguentos... Tendría que llevar cartas, los cafés, ir a las casas que les mandasen para los recados... Y tras quedarle todo claro a Francisco, el asistente se marchó.
Por la mañana se vistió de militar, pues no tenía otra ropa que ponerse, y se dirigió a la oficina.